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Reportaje realizado por Laia Ruich y Aitor Marichalar para TV3, Televisión de Catalunya

domingo, septiembre 23, 2007

Soriguera


Subiendo desde Sort por la carretera de la Seu d'Urgell, que es hoy una vía moderna, amplia, bien señalizada, tramo del Eje Pirenaico que conecta Lleida con Girona y Cataluña con Andorra, aparece a la derecha, poco después de Vilamur, un pueblo de casas que bajan escalonadas hacia el valle: Soriguera. El nombre tiene una importancia vital en la biografía del profesor Fassman. José Mir Rocafort pasó los primeros tres años de su vida, tal vez alguno más, en el molino del pueblo, una casa de piedra hundida en el valle umbrío, junto a un río de aguas rojas que se despeñan en cascadas llenando el valle con un constante rumor que acompaña la algarabía de pajaros invisibles.

El lugar, los extraños personajes que allí conoció, las circunstancias mismas que le habían llevado y le retenían allí influyeron, sin duda, en la personalidad y la futura trayectoria del profesor. La casa surge frente a un bosque de fresnos muertos, en medio de una vegetación exhuberante. La fachada de piedra roja y argamasa, las elaboradas dovelas, los portalones recios, las ventanas sugerentes parecen ignorar que el viejo molino se derrumba sin remisión. Grandes agujeros y techos derruídos invitan a asomarse a lo que fue la vida en aquella casa y a imaginar. No cuesta nada sentir la presencia de un niño solitario vagando por el monte, saltando sobre las piedras del río, preguntándose, tal vez, qué habría más allá de aquel rincón del mundo.


En la biografía procuraremos reconstruir aquellos años oscuros basándonos en documentos y en los recuerdos de terceros, pero lo que vivió aquel niño apartado de su casa por una decisión que hoy nos resulta incomprensible, sólo podemos atisbarlo con la imaginación. El misterio de ese mundo escondido invita, desde luego, a especular sobre la naturaleza del destino. El hombre en el que aquel niño se convirtió, no habría podido fabular una infancia más adecuada a su leyenda que aquella que el destino, en realidad, le deparó.

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