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Reportaje realizado por Laia Ruich y Aitor Marichalar para TV3, Televisión de Catalunya

jueves, junio 25, 2009

LA NOCHE DE LA INFAMIA

Noviembre de 1989. TV3, la televisión de Cataluña, emitía "La vida en un xip", un programa de información y debate presentado por Joaquim Maria Puyal. Esa noche, el tema era la hipnosis. Compartían la mesa del debate el Dr. Ramón Sarró, eminente psiquiatra que contaba en su currículo haber sido discípulo de Freud y catedrático de psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Barcelona durante veinte años; el Dr. Luis Linares de Mula, médico, bioquímico y farmacéutico aficionado a la parapsicología con varias publicaciones en su haber, y el Dr. José Mir Rocafort, psicólogo, conocido por el nombre que le diera fama como mentalista, profesor Fassman.

En un momento del debate, de acuerdo con la dinámica del programa, se pidió al profesor Fassman que hiciera una demostración de hipnosis. El profesor realizó, con cinco voluntarios, los números de hipnosis que hacía en el teatro y llevó a una joven a lo que era, aparentemente, una regresión hipnótica. Concluída la demostración, se dio la palabra a las personas del publico que lo solicitaban. Un grupo de espectadores que dijeron ser ilusionistas empezó a atacar los experimentos que el profesor Fassman acababa de realizar acusándole de ser un farsante. Se organizó una discusión airada entre quienes atacaban y quienes defendían al profesor. El profesor contemplaba el alboroto en silencio mirándoles a todos con esos ojos suyos que parecían asomarse al mundo desde una profundidad insondable; soportando, sin un gesto, las acusaciones que pretendían lanzar una mancha negra de duda sobre sus sesenta años de carrera profesional.


Cuando al presentador le pareció que el guirigay ya había durado suficiente, volvió a la mesa y le preguntó al profesor si quería decir algo. Fassman respondió: "No, nada", mirando al público, pero su mente ya no estaba allí. Acusado a los nueve años de haberse entregado a Satanás porque practicaba ejercicios de hipnosis con los amigos de su pueblo; acusado de fraude por quienes resentían su éxito en los escenarios; acusado de charlatán por quienes resentían su prestigio como hipnoterapeuta, Josep Mir Rocafort había tenido que soportar durante ochenta años la soledad a la que le habían condenado, desde su nacimiento, la singularidad y la excelencia de su mente prodigiosa. El espectáculo bochornoso de aquella noche cerraba, con implacable consecuencia, una vida destinada a verse siempre bafo el foco de la fama y en la picota de la ignominia.
No puedo decir si el rostro, siempre enigmático, de mi padre reflejaba en aquellos momentos una profunda tristeza o una serena resignación. No conseguí aquella noche, ni he conseguido veinte años después, la serenidad indispensable para analizar con frialdad el episodio y sus protagonistas. Por eso lo desheché al trastero de la memoria entre las cosas que no vale la pena recordar, y pasé, en efecto, veinte años sin recordarlo. Pero entonces tuve que escribir la biografía, y comprendí que, por doloroso que me resultara revivirlo, no podía omitir aquel episodio infame. No porque fuera algo insólito e importante en la vida del profesor Fassman, sino porque aquella fue su última aparición en público; la última vez que un puñado de miserables pudo darse el lujo de vilipendiar en público, durante unos minutos, a un hombre extraordinario. Cuando puse el vídeo del programa para poder narrarlo en la biografía, creí que el tiempo me permitiría volver a ver aquellas escenas con algo, al menos, de serenidad. No fue así. Mi indignación seguía tan viva como una llaga abierta. Tuve que tragar hiel viendo a aquellos energúmenos lanzar basura sobre mi padre, y tuve que seguir tragándola mientras escribía el espisodio haciendo esfuerzos por contener los sentimientos y las sensaciones que amenazaban la objetividad de mi trabajo. Llegué al punto final con la firme resolución de no volver a recordar esas escenas nunca más. Esta vez, sin embargo, mi resolución apenas ha durado unos meses.
Como si alguien o algo no hubiese tenido suficiente con la narración del episodio en la biografía; como si alguien o algo hubiese creído que quedaba inconcluso y no quisiera dejarlo así, recibí hace unos días un mensaje en mi facebook que me hizo revivir el horror de aquella noche atizando la ira y la impotencia que me habían hecho salir de la sala y refugiarme tras la puerta, incapaz de soportar lo que estaba viendo y oyendo. El mensaje estaba escrito en catalán. Voy a publicar aquí, traducidas al castellano, las partes más relevantes. Las palabras del amigo que lo escribió y me lo envió bastan para poner en evidencia la codicia, la falta de escrúpulos, la inmoralidad, en fin, de quienes en 1989 y hoy mismo, intentaron y siguen intentando convertir la televisión en una pocilga para que puedan refocilarse en ella a gusto las personas más vulnerables a dejarse arrastrar a la contemplación de lo más abyecto por disfrutar de la emoción que producen las secreciones de adrenalina.
"...El motivo por el que la hago perder unos minutos es para agradecerle la publicación de su libro. Lo he leído de un tirón y volveré a hacerlo para absorber del todo el valor del personaje...Permítame ampliarle una información sobre lo que usted dice que pasó en el programa "La vida en un xip" de Joaquim Mª Puyal. Es cierto todo lo que usted dice, pero todo empezó mucho antes...(Personal del programa) fue al local de la SEI, Sociedad Española de Ilusionismo, buscando magos que quisieran participar en el programa. Como obsequio, regalaban un reloj. Yo me apunté con otros compañeros (puedo decirle los nombres)...Pregunté qué papel o preguntas deberíamos hacer o si teníamos que permanecer callados. La contestación fue que no, que teníamos que darle "caña" al profesor Fassman, hiciera lo que hiciese, porque tenía que ser un programa "vivo". ..Dije que criticar por criticar no me parecía justo. En resumen, yo no tengo el reloj. ..Es el ejemplo de que, por parte de la televisión, es más importante la audiencia que el personaje, y de que aquellos "magos ilusionistas". la mayoría de los cuales no sabían nada de su padre, con tal de salir en televisión son capaces de vender su dignidad sin pensar que jamás en la vida podríamos llegar a las cumbres del espectáculo a las que llegó el Profesor Fassman.
Maria aquello fue una encerrona por parte de cuatro mediocres aficionados a la magia y de la poca sensibilidad de las televisiones...
Antoni Casas "
Por supuesto, respondí enseguida al mensaje de Antoni Casas agradeciéndole su generosidad y su valentía y pidiéndole permiso para publicar sus palabras aquí. También enseguida, el Sr. Casas me autorizó a hacerlo. Creo que no hace falta decir nada más. Sólo que otra vez, desde aquí, gracias, en nombre de mi padre.

1 comentario:

Recomenzar dijo...

Muy interesante tu blog te voy a seguir por supuesto