
Reportaje realizado por Laia Ruich y Aitor Marichalar para TV3, Televisión de Catalunya
lunes, mayo 28, 2007
Fassman y la política

martes, mayo 22, 2007
No hemos podido cumplir
miércoles, mayo 09, 2007
Manuscrito sustraído

A finales de los ochenta, el profesor Fassman recibió, en su casa de Sort, la visita de una pareja de mediana edad que venía recomendada por una tercera persona. Esta pareja, marido y mujer, ofrecía unos servicios muy particulares. El marido, pintor, hacía el retrato al óleo del cliente, mientras la mujer, escritora, escribía su biografía. El profesor les recibió con la cálida hospitalidad con que recibía a cualquiera que se acercara a su casa -fuera alumno, amigo, conocido o desconocido- enseñándoles los alrededores y permitiéndoles hacer cuantas fotografías quisieron. Aceptó los servicios del hombre, lo que se tradujo con el tiempo en un retrato al óleo, pero no pudo aceptar los servicios de la escritora porque, como le dijo, él ya tenía escrita su autobiografía desde 1981.
Años más tarde, pocos meses después del fallecimiento del profesor, apareció el libro "Un hombre llamado Fassman," publicado por la Hormiga de Oro. En la introducción, la autora del libro presentaba el contenido

En cuanto el libro cayó en nuestras manos nos dimos cuenta de que se había utilizado el material del manuscrito de 1981. El profesor Fassman guardaba una copia en su despacho y, después de su fallecimiento, esa copia había desaparecido. En aquel momento, no dimos importancia a la desaparición porque supusimos que se la había llevado un familiar cercano y porque se trataba de una copia. El manuscrito original, con anotaciones de puño y letra del profesor Fassman, había estado siempre en nuestra casa.
Interpusimos una denuncia por sustracción de la copia y plagio. No nos movió en ese momento el que alguien quisiera lucrarse con el nombre de Fassman. Esa escritora no era la primera que lo intentaba ni sería la última. Al fin y al cabo, la sociedad en que vivimos impone unas exigencias durísimas y cada cual tiene derecho a ganarse la vida como quiera y pueda siempre que no conculque derechos ajenos. Lo que nos indignó y nos llevó a actuar en el acto fueron las correcciones y las interpolaciones introducidas por la escritora.
Como explicamos en "Quién era Fassman," el profesor había encargado la redacción de sus notas a su hija. El profesor nunca quiso publicar el manuscrito resultante porque sabía que no era más que una recopilación de anécdotas poco significativas y apenas ligadas que en ningún caso permitirían al lector aproximarse a su personalidad, entender sus actos, seguir su pensamiento. Y no podía ser de otra manera porque el profesor no quería publicar nada que pudiese incomodar a personas que aún estaban vivas. Esto dejaba fuera cualquier referencia a su vida privada. Eliminado el ámbito donde una persona se da a conocer con mayor espontaneidad, sólo quedaba la imagen pública. Pero hasta esa imagen salía desvirtuada por todo lo que el profesor se quería reservar.
"Un hombre llamado Fassman" se basaba únicamente en el contenido del manuscrito sin ofrecer información adicional alguna. Las correcciones introducidas a la notas de mi padre, citadas en primera persona, le atribuían un lenguaje ampuloso que nunca fue su modo de decir. La narración seguía la línea del manuscrito, pero con interpolaciones poéticas que edulcoraban el texto original, frases manidas que lo vulgarizaban y errores gramaticales y de ortografía que lo convertían en una chapuza.
En cuanto la denuncia fue notificada a la escritora, el marido se presentó en mi casa y me pidió que le enseñara las pruebas que pensaba presentar para sostener mi acusación. Le enseñé el manuscrito original con las notas de puño y letra de mi padre. Al día siguiente, el familiar que se había llevado la copia del despacho de mi padre, la había entregado a la escritora para que introdujera algunos cambios y había sufragado la publicación de "Un hombre llamado Fassman," se comprometió a retirar todos los ejemplares que se estaban vendiendo en el local de la Hormiga de Oro en Barcelona. Por respeto a la memoria de mi padre, no quise llevar el asunto más lejos. Los ejemplares se retiraron. Quedan por ahí los que ya se habían vendido y copia de uno de ellos ha vuelto a nuestras manos por cortesía de Genoveva Puiggrós que lo compró hace años en una librería de viejo.
Quien tenga el libro sabrá el nombre de la escritora. No queremos mencionarlo en esta entrada porque, al fin y al cabo, la señora no hizo otra cosa que realizar un trabajo y percibir los justos honorarios. El marido alegó que ella desconocía la procedencia del manuscrito que se le entregó y no tenemos por qué dudarlo. Por otra parte, la escasa calidad del trabajo no significa que la señora no pudiera escribir algo mejor. Bien le salió tomando en cuenta que el profesor falleció en el mes de junio y el libro se publicó en el mismo año. Por nuestra parte no queda sentimiento negativo alguno hacia esta profesional.
Y como no hay mal que por bien no venga -dice la sabiduría popular- a lo que el profesor agregaría, si uno sabe extraer de un mal, un bien, aquellas notas que dictó pasan ahora a formar parte de un podcast que él ya no puede grabar con su voz, pero que otra voz lee respetando su modo de decir, lacónico, preciso. Finalmente saldrá su biografía tan completa como sea posible, pero también, carambola del destino, saldrán esas notas que sólo pecaban por defecto, incompletas para no molestar a los demás.
domingo, mayo 06, 2007
Fassman y Chang

La voz apremiante de mi madre me devolvió al vestíbulo vacío que aquella noche debía estar iluminado, pero que siempre he recordado en penumbra. No habíamos llegado pronto. Habíamos llegado tarde y el espectáculo ya había empezado. Los ojos apenas se me detuvieron un instante en las luces de escenario. Toda mi atención se fue a las filas de butacas vacías que íbamos recorriendo. Se me encogió el corazón. Hubiera querido quedarme al fondo, en la parte más oscura, donde pude distinguir unas tres o cuatro cabezas, pero el acomodador y mi madre no se detuvieron hasta llegar a la tercera fila del centro. El anciano vestido con una vieja túnica de mandarín nos miró desde el escenario. Nos miró también la única ayudante, vestida con una túnica raída, arrugada, algo sucia. Me sentí como si el espectáculo fuéramos mi madre y yo, como si a los del escenario les produjera asombro que estuvieramos allí El dolor que me causó aquella imagen de decadencia y fracaso grabó ese primer instante en mi memoria y ya no pude recordar más tarde ni los números anticuados ni los instrumentos desportillados ni la entrevista que tuvimos después del espectáculo. De la cara de Chang sólo se me quedó la profunda tristeza con que miraban sus ojos orientales.
Uno o dos años más tarde, volví a ver el nombre de Chang en una carta que recibí de mi padre. Sus cartas me contaban siempre lo que hacía y venían acompañadas de algún recorte de prensa y de folletos de conferencias o de sus cursos en Suramérica. La que mencionaba a Chang me sorprendió. El profesor Fassman ya había empezado sus cursos de Dinámica Mental y se había retirado de los escenarios. En esa me decía, sin embargo, que se estaba presentando con Chang en el Teatro Barcelona de la ciudad condal. Se me encogió el corazón. ¿Qué le habría sucedido a mi padre para tener que participar de pronto en un espectáculo de ilusionismo con el anciano derrotado que yo había conocido en Puerto Rico? No pregunté nada, por supuesto. Años después, la esposa de mi padre me contó una anécdota que me conmovió. Estando de paso en Panamá, mi padre se había encontrado con un viejo amigo, el mago Chang, un mago que había sido muy famoso, pero que en aquellos momentos estaba enfermo y sin trabajo. Fassman contrató a Chang, le trajo a España, montó un espectáculo, se presentó con él en el teatro Barcelona para que Chang volviera a disfrutar del triunfo y le trajo a Sort para que disfrutara de una vaciones.
Hay que recordar que la televisión fue restando público a los teatros y a los cines. Los espectáculos de magia y mentalismo acusaron más el golpe, podría decirse que en proporción directa a la pérdida de la inocencia por parte del público. Magos y mentalistas empezaron a sufir muy pronto la dolorosa experiencia de actuar en teatros casi vacíos, sin que tuviera nada que ver su calidad profesional. Chang fue uno de los magos más importantes de su tiempo y las circunstancias que tuvo que compartir con tantos otros al final de su carrera, no han conseguido hasta hoy empañar su fama en la historia del ilusionismo.
Gracies amigo Llácer por brindarme la oportunidad de adelantar esta nota biográfica. La vida del profesor estuvo salpicada de anécdotas de este tipo. Ayudar a un amigo en apuros era para él una obligación y muchas veces se implicaba personalmente ayudando de un modo muy original.
sábado, mayo 05, 2007
Exito de RadioCafé de Sort
miércoles, mayo 02, 2007
Otra opinión

"Hola Maria: Para mi es una gran satisfacion hablar de un hombre que me ayudó y sobre todo me sorprendió mucho mas su humanidad, su personalidad y su labor con los demas que su capacicad de conectarse con otras dimensiones , otras mentes , otras conciencias. Yo me contagié de todo eso y me siento capaz de ayudar un poquito a los demás con todo lo que aprendi. Muchas gracias y hasta pronto."
¿Fassman se comunica?

"Solo aportar que mi madre dice que el profesor FASSMAN se comunica con ella por una television que el le regaló."
Naturalmente, nos deja con ganas de saber más detalles. Si no se trata de una broma, el asunto es de sumo interés porque, aunque cada cual pueda atribuir el fenómeno a las causas que le parezcan, nunca carece de importancia que alguien afirme poder comunicarse con alguien que ha fallecido. Amigo anónimo, no nos dejes en ascuas. No te pedimos que te identifiques, lo que sí te agradeceríamos es que nos dieras más detalles. ¿Cómo conoció tu madre al profesor? ¿Hay algo en el contenido de los mensajes que pueda ser siginificativo para otras personas? En fin, lo que creas que puedes compartir con nosotros sin comprometer tu identidad.
Muchas gracias de todos modos por haberte comunicado con nosotros.